El cine británico clásico es uno de los legados más importantes de la isla de Albión a la humanidad. Entre principios de los años 30 y finales de los 60, bajo los cielos encapotados de Gran Bretaña, se rodaron algunas de las mejores películas de la historia del cine, así como otros muchos títulos entrañables que, sin ser considerados obras maestras, llenaron de encanto las pantallas o los televisores donde se proyectaron. El propósito de este blog cultural es rendir homenaje a ese maravilloso cine rodado en los estudios London Films, British-Lion, Ealing, Pinewood o Elstree, por citar solo algunos de aquellos lugares míticos, y revivir la emoción que nos transmitieron con sus interpretaciones actores y actrices tan extraordinarios como Laurence Olivier, John Mills, Alec Guinness, Peter Sellers, Dirk Bogarde, Margaret Rutherford, Stanley Holloway, Kay Kendall o Kenneth More. Todos ellos, y otros muchos, desfilarán por estas páginas conmemorativas como estrellas invitadas al son de los acordes de Georges Auric, Richard Addinsell o William Walton. La tetera ya está hirviendo. Se van apagando las luces mientras se enciende el proyector de los recuerdos. Es hora de celebrar un breve encuentro con el cine británico de siempre. Celuloide a las 5 en punto. Of course!
La extraña prisión de Huntleigh es tan extraña que no parece una cárcel. De hecho,
la primera escena de esta película dirigida por Robert Day y distribuida por
British Lion Films comienza con un repartidor de comestibles haciendo subir una
cesta repleta de productos por una cuerda hasta una ventana de la prisión.
Estamos en la Inglaterra de los primeros años 60, y
los ocupantes de la celda en cuestión son ni más ni menos que Peter Sellers
(Dodger), Bernard Cribbins (Lennie) y David Lodge (Jelly), además de un felino.
Estos tres reclusos viven como auténticos reyes, beben el mejor té negro de
toda la cárcel y hasta leen las noticias de la Bolsa en el periódico. Y es que
el director de la prisión, un hombre bondadoso aficionado a la jardinería
(interpretado por el característico Maurice Denham), gestiona la institución penal
como si fuera su propio jardín, tratando a los presos con dignidad y dándoles
la oportunidad de florecer como seres humanos desempeñando diferentes oficios. Incluso
hace la vista gorda cuando estos le sustraen sus puros cada vez que les convoca
a su despacho para una de sus charlas habituales.
Lo que este buen hombre ignora es que Sellers y
compañía están tejiendo un “hilo de dos direcciones” (Two-way stretch, el título original de la película) y, aunque le
den coba por un lado, están planeando simultáneamente el robo perfecto. Un
miembro de la banda disfrazado de sacerdote, Soapy Stevens (el Sopitas, en el
doblaje castellano), al que encarna el elegante Wilfrid Hyde-White, es su
conexión exterior y parte integrante de su coartada, ya que Dodger y su banda
pretenden apoderarse de unos valiosos diamantes que van a ser transportados en
un furgón y volver a la prisión antes de que les echen de menos.
Todo parece ir a la perfección hasta que le llega la
hora de la jubilación al oficial de vigilantes, quien es sustituido por un
viejo conocido de la banda, interpretado por el genial Lionel Jeffries. Si el
antiguo oficial de reclusos merendaba con ellos en los términos más amistosos y
les sacaba a pasear al gato, el sádico Crout (a quien apodan Sour, el Amargado)
no les quita ojo de encima, les obliga a hacer ejercicios gimnásticos y, por si
fuera poco, intenta volver a poner en vigor los trabajos forzosos.
Afortunadamente, estamos en el terreno de la comedia británica, y el argumento tomará
varios giros hilarantes antes de conducirnos a ese final que el lector puede
descubrir viendo esta película recomendada para todos los amantes de la
sonrisa.
Música
a las 5 en punto
La estupenda banda sonora de Ken Jones, de la que
ofrecemos un extracto a continuación, marca el tono desenfadado y gamberro de
esta divertidísima comedia carcelaria.