El cine británico clásico es uno de los legados más importantes de la isla de Albión a la humanidad. Entre principios de los años 30 y finales de los 60, bajo los cielos encapotados de Gran Bretaña, se rodaron algunas de las mejores películas de la historia del cine, así como otros muchos títulos entrañables que, sin ser considerados obras maestras, llenaron de encanto las pantallas o los televisores donde se proyectaron. El propósito de este blog cultural es rendir homenaje a ese maravilloso cine rodado en los estudios London Films, British-Lion, Ealing, Pinewood o Elstree, por citar solo algunos de aquellos lugares míticos, y revivir la emoción que nos transmitieron con sus interpretaciones actores y actrices tan extraordinarios como Laurence Olivier, John Mills, Alec Guinness, Peter Sellers, Dirk Bogarde, Margaret Rutherford, Stanley Holloway, Kay Kendall o Kenneth More. Todos ellos, y otros muchos, desfilarán por estas páginas conmemorativas como estrellas invitadas al son de los acordes de Georges Auric, Richard Addinsell o William Walton. La tetera ya está hirviendo. Se van apagando las luces mientras se enciende el proyector de los recuerdos. Es hora de celebrar un breve encuentro con el cine británico de siempre. Celuloide a las 5 en punto. Of course!




viernes, 10 de febrero de 2017

Upstairs and Downstairs (Las pícaras doncellas, 1959)


This way, please

Los Barry (Richard y Kate, pareja interpretada por Michael Craig y Anne Heywood) son unos recién casados que no están dispuestos a dejar que la organización de la preciosa vivienda a la que se acaban de mudar en Londres les esclavice. Así pues, deciden contratar a una serie de sirvientes variopintos que, por unas u otras circunstancias, les harán vivir peripecias a cual más descacharrante. Esta producción de The Rank Organization, dirigida por Ralph Thomas en 1959, adapta fielmente la ingeniosa novela homónima de Ronald Scott Thorn (publicada por Pan Books, cuya colorida portada reproducimos en estas páginas) y ofrece una divertida visión de las vicisitudes de una pareja para encontrar al personal doméstico adecuado sin perecer en el intento.




Pero los Barry no están solos en su ardua tarea, sino que cuentan con la presencia de un suegro cascarrabias (encarnado, como no podía ser de otra forma, por el genial James Robertson Justice) que además es el jefe de su yerno, de un policía cockney (al que da vida el característico Sidney James, una especie de “Alfredo Landa a la inglesa”) que aprovecha sus rondas para mantener un romance con otra compañera del cuerpo, y de un joven músico norteamericano (Daniel Massey) que acaba haciendo de niñera de los futuros niños de la parejita.

La acción da comienzo en un idílico rincón del lago Maggiore, donde la pareja de tortolitos pasa su luna de miel. Lo que ambos ignoran es que, mientras tanto, se ha instalado en su hogar la italiana María (interpretada por Claudia Cardinale, en su primera película de habla inglesa) quien, aprovechando la ausencia de los propietarios, se cita con media flota de la marina británica. Esto da pie a la primera irrupción del policía del barrio, el citado Sidney James, en el domicilio de los Barry para pedirles explicaciones sobre las “actividades” que se estaban llevando a cabo en la vivienda. No será la única. Los sucesores en el puesto de la doncella italiana, si bien no reciben visitas de marineros en las dependencias de sus señores, tampoco le van a la zaga en picardía a la Cardinale.




En el caso de Rosemary (estupenda caracterización de Joan Hickson, la futura Miss Marple televisiva), se trata de una señora de mediana edad aparentemente cabal que, acompañada por un enorme perrazo de lanas, finge ir a visitar periódicamente a su hermana enferma para emborracharse en el pub más cercano. Todo va bien hasta que la buena de Rosemary debe servir la cena a unos invitados norteamericanos, ¡y en qué estado! Eso sin contar a Blodwen (Joan Sims), una peculiar galesa que, tras convencer al señor de la casa de que vaya a recogerla al pueblo donde reside, decide volverse atrás y rechazar la propuesta de trabajar en Londres a mitad del trayecto ferroviario (después de que Richard-Michael Craig se quede encerrado en un baño que solo se abre desde fuera).
Por su parte, los Farringdon, una pareja de ancianos jubilados que parecen ser la respuesta a las plegarias de los Barry, resultan ser en realidad unos atracadores que pretenden robar el banco vecino perforando la pared del sótano de la casa. Las cosas mejoran aparentemente al responder al anuncio Ingrid (interpretada con gran soltura por la francesa Mylène Demongeot), una rubia veinteañera escandinava que no tarda en hacer furor en el círculo de amigos de los Barry (principalmente entre los maridos “no comprendidos” por sus esposas). Para colmo, a Ingrid le hace tilín el señor Barry, aunque acepta la proposición de matrimonio que le brinda Wesley, el músico norteamericano. O eso cree este último…

“Upstairs and Downstairs (Arriba y abajo)”, pues tal es el título original de “Las pícaras doncellas”, es uno de los ejemplos representativos de la alta comedia británica de los años 50, una película de indudable atractivo que, gracias a sus diálogos chispeantes, a sus situaciones disparatadas, a la encantadora música de Philip Green y a los cálidos tonos Eastmancolor fotografiados por Ernest Steward, conquistará a quienes la visionen.

Betty Box, coproductora de la película, resume en las siguientes declaraciones el espíritu jovial que animaba aquellas maravillosas comedias:

Me gusta hacer reír a la gente. Creo que ya lloran lo suficiente en su vida diaria. Además, al hacer comedia, los resultados son más tangibles. Puedes escuchar las risas del público si has tenido éxito”.


Escenarios de la función

Upstairs and Downstairs se rodó en el Londres de 1959, que aparece retratado con todo su encanto en esta instantánea de la época. Los interiores de la película fueron recreados en los inevitables estudios Pinewood, situados en Iver Heath. 


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Humor a las 5 en punto

Habíamos decidido, sabiamente o no, proteger la tierna planta del juvenil matrimonio de las catástrofes de la cocina experimental, del aburrimiento de la escoba y de las agonías del fregadero y el escurridor”.
Upstairs and Downstairs, Ronald Scott Thorn, traducción de Ricardo José Gómez Tovar.