El cine británico clásico es uno de los legados más importantes de la isla de Albión a la humanidad. Entre principios de los años 30 y finales de los 60, bajo los cielos encapotados de Gran Bretaña, se rodaron algunas de las mejores películas de la historia del cine, así como otros muchos títulos entrañables que, sin ser considerados obras maestras, llenaron de encanto las pantallas o los televisores donde se proyectaron. El propósito de este blog cultural es rendir homenaje a ese maravilloso cine rodado en los estudios London Films, British-Lion, Ealing, Pinewood o Elstree, por citar solo algunos de aquellos lugares míticos, y revivir la emoción que nos transmitieron con sus interpretaciones actores y actrices tan extraordinarios como Laurence Olivier, John Mills, Alec Guinness, Peter Sellers, Dirk Bogarde, Margaret Rutherford, Stanley Holloway, Kay Kendall o Kenneth More. Todos ellos, y otros muchos, desfilarán por estas páginas conmemorativas como estrellas invitadas al son de los acordes de Georges Auric, Richard Addinsell o William Walton. La tetera ya está hirviendo. Se van apagando las luces mientras se enciende el proyector de los recuerdos. Es hora de celebrar un breve encuentro con el cine británico de siempre. Celuloide a las 5 en punto. Of course!
sábado, 21 de enero de 2017
The Clouded Yellow (Trágica obsesión, 1951)
This way, please
El título castellano de esta espléndida película distribuida por Rank
Films y dirigida por Ralph Thomas –responsable de algunas de las populares
entregas de la serie del Doctor Sparrow que tan divertidamente encarnó Dirk
Bogarde y de una de las más atractivas películas policiacas inglesas de la
década de los 60, Nadie vive eternamente
(Nobody runs forever), interpretada
ex aequo por Rod Taylor y Christopher Plummer– trastoca melodramáticamente el
mensaje del título original, que hace referencia a una curiosa especie de
mariposas, la amarilla nublada. Pero más allá de los límites puramente
entomológicos que semejante denominación pudiera implicar, el título se abre a
interpretaciones más libres y poéticas, como el que sugieren las nubes de la
infancia que atenazan a la protagonista, Sophie Malraux (Jean Simmons), en un
pasado de doloroso recuerdo, o las que parecen cernirse sobre ella y su
protector, David Somers (Trevor Howard), a lo largo de su azarosa huida por el
norte de Inglaterra. La imagen de una mariposa en ciernes también cuadra bien
con el aspecto físico del personaje que encarna Jean Simmons, a la que los
periódicos apodan “butterfly girl (la chica de las mariposas)”, y quien se
asemeja a una crisálida traumatizada que logra finalmente asumir su retardada
madurez gracias al afecto que le profesa el personaje de David Somers, el
recién llegado a quien su tío ha contratado para confeccionar un inventario de
estos bellos insectos.
Howard encarna con su sobriedad habitual a un agente del Servicio
Secreto británico que, tras cometer un error, es licenciado con cajas
destempladas. Su gran profesionalidad y el sentido humanitario que esconde bajo
su coraza de espía no cuentan gran cosa para la inexorable máquina de los
servicios secretos, donde el factor humano no es más que un molesto
recordatorio de que los peones encargados de realizar el trabajo sucio son, a
fin de cuentas, personas de carne y hueso, y por tanto capaces de equivocarse.
Así las cosas, Somers acepta un puesto como catalogador de mariposas que le es
ofrecido a través de la Oficina de Empleo. Se trata de una ocupación temporal
en la apacible campiña de Hampshire y el trabajo no requiere conocimientos
específicos de entomología, por lo que el desplazado agente secreto, con un
pasado irrevelable y un futuro incierto, tiende la mano sin vacilar hacia lo
que le pueda ofrecer el presente. La estancia en la casa de campo, habitada
únicamente por la joven Sophie y sus tíos, Nicholas y Jess Fenton, se revela
como un relajante antídoto contra el vacío existencial que deja en Somers el
cese de sus servicios como agente secreto, y parece que la tarea de inventario
en la que consisten sus funciones, junto a su creciente interés por la sobrina
de su empleador, una extraña joven que se halla traumatizada por la muerte de
su padre en trágicas e inexplicadas circunstancias, le ayuda a poner algo de
orden en su desorientado horizonte vital.
Jean Simmons
Sin embargo, el apacible universo pastoril donde ha vivido durante meses
se verá violentamente enturbiado por un asesinato. La víctima es un joven
lugareño de modales hoscos que aparentemente mantenía relaciones con la tía de
Sophie, a la vez que pretendía a la sobrina. El hallazgo de un peine propiedad
de esta última junto al cadáver del asesinado, sumado al enigmático mutismo de
la muchacha, la inculparán a ojos de la policía. Somers, a quien los años de
servicio secreto no han convertido en un cínico, sino más bien en todo lo
contrario, cree a pies juntillas en la inocencia de la joven, a pesar de las
maliciosas insinuaciones de su tía, que apuntan a que la chica mató a su propio
padre en un acceso de locura. Burlando simultáneamente a sus ex colegas de
profesión y a Scotland Yard, los dos fugitivos emprenden una huida por mar
desde Londres hasta Newcastle-upon-Tyne, donde la pareja se reunirá con los dos
personajes más cálidos de la película, Karl y Mina, un matrimonio de refugiados
judíos a los que Somers ayudó en el pasado y que están deseosos de demostrarle
su gratitud. La traición de un compañero a quien creía leal, Willy Shepley,
interpretado en un registro diferente al habitual por Kenneth More, les obliga
a ponerse de nuevo en marcha, esta vez hacia Liverpool, ciudad que Somers
conoce como la palma de su mano, atravesando el parque nacional de Lake
District.
No estamos lejos del escenario geográfico de 39 escalones, en la cual Robert Donat y Madeleine Carroll se escondían
de las autoridades en los páramos escoceses, pero si en el mítico film de
Hitchcock había lugar para el humor, The
Clouded Yellow se desarrolla según parámetros más crispados en un escenario
de alta montaña donde hasta los excursionistas se transforman en delatores, y
en el que la rugosidad de los escenarios naturales parece conspirar contra el
progreso en la huida de los protagonistas. Tal vez si David Lean hubiese
dirigido este película, habría aprovechado mejor la grandiosidad del Distrito
de los Lagos, con ese espectacular paisaje que encandiló a Coleridge y
Wordsworth, los grandes poetas prerrománticos ingleses, pero a Ralph Thomas le
interesa más mostrarlo como un coto de caza en el que los perseguidos intentan
escapar del cerco policial a que son implacablemente sometidos. Sin embargo,
David Somers “conoce más formas de salir del país que una paloma mensajera”,
como le comenta Willy Shepley a su superior, y ni tan siquiera la lesión que se
causa al saltar sobre unos peñascos y su posterior captura por los policías le
impedirán zafarse de ellos y acudir a su cita con la misteriosa joven de la que
se ha enamorado, quien le espera, atemorizada y resignada a la idea de que
aquél ya no volverá a su lado, junto a la orilla de un lago en penumbra. Las
secuencias localizadas en Liverpool retratan la gris atmósfera de los ambientes
portuarios, las pensiones de mala muerte y las trastiendas donde se falsifican
pasaportes y se preparan huidas clandestinas. En este lóbrego submundo, que
anteriormente constituía el campo de acción de Somers, irrumpe repentinamente
un representante de la nueva vida que el ex agente secreto creía haber
encontrado en la campiña de Hampshire, Nicholas Fenton, el coleccionista de
mariposas y tío de la muchacha. Pero el juego de pistas falsas que Thomas nos
ha ido dejando a lo largo de la película está a punto de resolverse por medio
de una sorprendente revelación: el asesino tanto del padre de la chica como del
joven lugareño no es otro que Fenton, interpretado por el ambivalente Barry
Jones, que ha abandonado su reducto de lepidópteros para tratar de atravesar
con su alfiler de entomólogo a la pieza más indómita de su colección, su propia
sobrina, a la que creía tener atrapada bajo un velo de trauma infantil, en
connivencia con su infiel esposa. El film se cierra con una trepidante
persecución a tres bandas sobre tejados y trenes (concretamente el London
Overhead Railway, ferrocarril ya desaparecido), rodada en estilo neorrealista,
y en el que destaca la deshumanización de los ambientes urbanos industriales
del Norte de Inglaterra. Por fortuna para la tranquilidad del espectador, el
relato filmado por Ralph Thomas nos deja con la imagen del espía con conciencia
y la chica de las mariposas felizmente unidos y a salvo. Es más, hasta nos
atrevemos a imaginar que la pareja, libre ya de traumas del ayer y
perseguidores del presente, acaso elija como destino vacacional para su luna de
miel el propio Distrito de los Lagos, cuya salvaje naturaleza se erige en
símbolo del carácter indómito y rebelde de los dos enamorados.
Escenarios
de la función
El agreste paraje de Sourmilk Gill, ubicado en el parque nacional del Distrito
de los Lagos (Cumbria), es uno de los lugares que sostienen la acción de “The clouded
yellow”.
From geograph.org.uk - Author: Michael Ely (copyright)
Música a las 5 en punto
Extracto de la banda sonora original de The clouded yellow, compuesta por Benjamin Frankel.
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