This way, please
¿Qué
puede haber más gozoso, cinematográficamente hablando, que reunir a Cary Grant,
Deborah Kerr, Robert Mitchum y Jean Simmons en una mansión histórica inglesa y
dejar que un enredo con triángulo incluido nos vaya describiendo en deliciosos
fotogramas una de las mejores comedias del cine británico? Si además dirige la
función Stanley Donen, el mago de los gloriosos musicales de la Metro, el
entretenimiento está asegurado. Esta producción de Grandon Films, distribuida
por Universal International y Rank Films, toma como base la magnífica obra de
teatro de Hugh y Margaret Williams (que, a su vez, fue novelizada por el
escritor James Dillon White) y la convierte en celuloide chispeante repleto de frescas
gotas de alta comedia. El lugar donde se desenvuelve la acción es una casa
señorial del Reino Unido (parodiada en la canción que sigue a los títulos de
crédito, The stately homes of England,
compuesta por Noel Coward) abierta al público. Los dueños de la mansión, los
condes de Rhyall, se ven obligados a aceptar visitas por el módico precio de
media corona para poder mantener el extenso patrimonio familiar. Es la
modernización de la aristocracia. Pero hay quien no se contenta con admirar las
obras de arte y la arquitectura del edificio, sino que, con toda desfachatez,
descuelga el cartel de “privado” que separa las dependencias de los
propietarios.
El autor de semejante tropelía es un norteamericano, Charles Delacro (espléndido
Robert Mitchum), un millonario de incógnito que, cámara fotográfica al hombro y alentado por un súbito arrebato angloamericano, se lanza a explorar esa "hierba del vecino" que se le antoja más exuberante, como reza el título original de la película. No tardará en producirse un idilio entre Delacro (cuyo
abuelo se llamaba en realidad Delacroix, pero lo acortó al constatar que su
sonido era “similar al de un pato”) y la romántica señora de la casa, Lady
Hilary (Deborah Kerr), para disgusto del señor de la casa, Victor Rhyall (Cary
Grant, en uno de sus mejores papeles). Mientras los hijos de la pareja están ausentes, la llegada de la
primavera sorprende desprevenida a Hilary, quien después de estar en las nubes
durante una semana, acude finalmente a Londres para encontrarse con Mitchum. A Victor-Cary
Grant no le queda otra opción que mostrarse comprensivo y “moderno” (a pesar de
que, según su mayordomo, está anticuado) y esperar a que su mujer recupere la
sensatez. Para complicar más las cosas, entra en escena el cuarto personaje
estelar, la coqueta Hattie (excelente Jean Simmons en un registro más frívolo
al que nos tiene acostumbrados), una vieja amiga de la familia, adicta a los
cócteles de ginebra con angostura o pink
gin, que no tiene inconveniente en tirarle los tejos a Victor. Duelos a la
antigua usanza, pesca sui generis en
ríos trucheros, maletas viejas que cambian misteriosamente de contenido y un
mayordomo sin inspiración literaria que le pide a su señor una bajada de sueldo
son solo algunos de los ingredientes de una elegantísima comedia que no tiene
desperdicio.
Escenarios de la función
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Osterley Park House, London, England. Autor de la foto: Jim (licensed under the Creative Commons) |
Osterley
Park House es el nombre de la imponente mansión que hace las veces de hogar de los condes de Rhyall en la película. Esta casa histórica de ladrillo rojo se
encuentra en el actual distrito de Hounslow, en el área metropolitana de
Londres, y ha servido como escenario para algunos episodios de las series
televisivas El Santo y Los Persuasores, entre otras
producciones.
Humor
a las 5 en punto
El
personaje de Sellars (brillante creación de Moray Watson, el primero, empezando por la izquierda, de los tres actores con gafas de pasta que aparecen en la imagen), el mayordomo de los Rhyall,
un ex profesor que ha aceptado el trabajo doméstico para poder tener tiempo de
escribir una novela en sus ratos libres, protagoniza algunos de los diálogos
más desternillantes de la película, como el que se incluye a continuación:
Sellars:
¿Me llamaba, milord?
Cary
Grant: Sí, Sellars, ¿ha visto mi Biblia por alguna parte?
Sellars:
Vaya, cuánto lo siento, milord. La tengo yo. Estaba consultando algo.
Cary
Grant: Primero me toma prestado el Times y ahora me birla la Biblia. ¡Viva la
democracia!
Sellars:
Lo siento mucho, milord. Se la volveré a dejar junto a la mesilla.
Cary
Grant: No estaría de más que se comprara su propia Biblia, Sellars.
Sellars:
La que usa usted es la mía, milord.
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